La Ruïna Anticipada – Exposició des de 20 Maig 2021

LA RUINA ANTICIPADA

M.Mansilla

 

“No bien llegamos a este mundo” decía Flaubert, “pedazos de nosotros comienzan a caerse”. La obra maestra, una vez concluida, no se detiene: continúa en movimiento, cuesta abajo”.

Julian Barnes

 

Las ruinas son los restos de algo que no conocemos exactamente, de algo que alguna vez estuvo allí, pleno de sentido, pero que ahora somos incapaces de reconstruir. Se expresan como fragmentos, partes inconexas, que escapan a una visión de conjunto o relato, a un saber organizado y racional. Por esta razón incitan a la imaginación, para que ésta recomponga los fragmentos del rompecabezas que faltan.

La ruina es aquel espacio objetivo, arrasado por la Historia, sí, pero en el que, sin embargo, el ser humano aún puede sentir y pensar con objetividad, sin interferencias de otros mensajes. En consecuencia, son una lección del pasado, un espacio para reflexionar en el presente y un signo para desentrañar el futuro.

La lengua alemana, que tiene palabras para todo concepto imaginable, dispone de la noción de Ruinenlust para describir la fascinación que nuestra cultura experimenta ante las ruinas, escombros y demás síntomas de decadencia y caída. Formarían parte de ella los templos grecorromanos, los restos de ciudades destruidas por explosiones volcánicas, las catedrales damnificadas por bombardeos, etc. Son los seductores tentáculos de la poderosa estética de la destrucción que evidencian de qué manera cada época sueña con la siguiente. De la imaginación humana brota, con igual facilidad, el grandioso monumento construido para la eternidad y la bomba que furtivamente puede convertirlo en polvo en cuestión de segundos.

Actualmente, se supone que nuestro respeto por el patrimonio artístico es absoluto y museos, archivos y bibliotecas se erigen en fortalezas que albergan los tesoros del pasado. Las políticas de recuperación y restauración de monumentos han multiplicado su acción y hoy, todo, o casi todo, es digno de ser preservado, desde un fragmento de piedra neolítica hasta los objetos personales de la última estrella de rock. La evolución cultural de la sociedad occidental y los terribles sucesos bélicos del siglo XX motivan el aprecio de los restos del pasado, no solo como elementos de disfrute sino como tesoros de la memoria histórica. No importa ya si el estilo, la utilidad y la función de un determinado edificio, pintura u obra tienen o no sentido: los conservamos como restos del naufragio de la historia que no queremos ni perder ni olvidar. Occidente se regocija en sus ruinas.

La realidad, sin embargo, es que el hombre ha destruido el arte durante siglos, motivado por múltiples y variadas razones: causas religiosas, políticas, desastres naturales e incluso enajenación mental – como Laszlo Toth, que rompió a martillazos varias partes de la Pietà de Miguel Ángel-. Incluso podemos asegurar que hay obras que a lo largo de su historia han despertado la ira de los “destructores de arte”, como La ronda de noche de Rembrandt, atacado en tres ocasiones: la primera en 1911 cuando un cocinero le asestó varios cortes, otra en 1975, cuando un profesor la acuchilló repetidas veces y otra en 1990, cuando fue rociada con ácido.

El propio arte contemporáneo no reniega de la destrucción y la utiliza como medio de expresión. Todo el movimiento de vanguardia es un pensamiento de ruptura y en ciertos “-ismos” la destrucción del pasado se convirtió en un núcleo esencial de su teoría artística. En especial, los dadaístas y futuristas italianos entendían el patrimonio clásico de su país como una losa que imposibilitaba el resurgimiento de un arte moderno en Italia. El punto 10 del Primer Manifiesto Futurista no puede ser más explícito: «Nosotros queremos destruir los museos, las bibliotecas, las academias de todo tipo…».

Años más tarde, la obra Erased de Kooning (1953), creada por Robert Rauschenberg – Rauschenberg literalmente borró un dibujo a lápiz de Willem de Kooning – servirá de precedente para una serie de artistas que posteriormente trabajarán de manera similar: el grupo Fluxus y sus célebres pianos destruidos; Jean Tinguely y sus máquinas cuyo fin era la entropía y la destrucción; las intervenciones de Jake y Dinos Chapman sobre los grabados de Goya, etc. Todos estos artistas han demostrado que es posible crear destruyendo, revirtiendo así la famosa cita picassiana “todo acto de creación es un acto de destrucción”.

La ruina anticipada se inscribe en esta tradición artística. De alguna manera, los artistas que forman parte del proyecto – Rafael Jiménez, Joan Vilacasas, Miquel Sabaté- tienen la necesidad incontrolada de destruir o manipular el soporte físico de un arte al que consideran limitado por los encorsetamientos del medio. La ruina anticipada es, en definitiva, un intento por hacer de la historia algo más que una simple colección de hechos muertos.

La propuesta de Miquel Sabaté (Cerdanyola, 1972), la forman un conjunto de dé-coll/ages, – obras construidas a base de rasgar, cortar o lijar carteles publicitarios- y algunas piezas de la serie Tornar a començar, iniciada en 2010. Como en un ritual, el artista desmenuza sus libretas: páginas llenas de dibujos, estudios, proyectos, errores y aciertos creados en ese intento de conocerse a uno mismo mediante el trabajo, la exploración y la observación. Las páginas, tras el corte limpio, frío y seco de la guillotina son reducidas a fracciones, a la mínima expresión de rasgos visuales reconocibles, a pequeñas categorías perceptuales abstractas.

Sabaté vuelve a reordenar estos pequeños trozos al azar tejiéndolos en una trama geométrica, en la que la progresión entre grafías, tonalidades, luces y sombras componen una nueva distorsión de la realidad. Los pedazos ensamblados aleatoriamente dan lugar a la pieza final, una superficie en la que cualquier vestigio de realidad queda aniquilado.

Así, Miquel nos enfrenta a las ruinas antes de que se produzcan. Su estética tiene que ver, más que con lo fragmentario, con lo que quedará de nuestros afanes en el futuro: el polvo y las cenizas. Entonces, ¿qué hacer? Trabajar sin que la esperanza sea algo imprescindible. No hay otro remedio.

Las obras de Rafael Jiménez (Córdoba, 1982) parten de la reflexión sobre la memoria común y de la distorsión a partir de una imagen mental asociada al pasado. La serie Barcelona ´92 la forman dibujos y pinturas de algunos de los símbolos emblemáticos de la Barcelona olímpica en los que el artista recurre a la plastilina (medio técnico que le permite retrotraerse a la infancia) para deformarlos y distorsionarlos.

La temática de Rafael no es aleatoria.  Los JJOO del 92, según la historia oficial, permitieron hacer un salto de escala y conseguir el presupuesto necesario, público y privado, para hacer la gran transformación de Barcelona de cara al siglo XXI. Se trataba de pasar de una ciudad industrial en declive a una ciudad terciaria de servicios que aportara la riqueza que antes proporcionaban las fábricas. Aunque se hicieron muchas cosas, la mayor parte, como constata Juli Capella (Barcelona,1997) han desaparecido, a excepción de las Rondas, el Anillo y la Villa Olímpica. Sólo la arquitectura resiste, y a duras penas:

Por ejemplo, la zona de Tiro al Arco de Miralles/Pinós está prácticamente en ruinas. Del diseño olímpico barcelonés solo quedan las piedras, y ni siquiera todas. El tambor de las Glorias, por ejemplo, voló a mayor gloria de la plaza. En el ámbito del interiorismo, el paso del tiempo ha sido todavía más cruel. (…) Uno de los fenómenos preolímpicos más notorio y popular fue el ‘boom’ de los denominados bares de diseño -como si los otros se hubiesen decorado solos-. Fue un fenómeno de repercusión internacional. Revistas como ‘Domus’ y reportajes de televisión, difundieron este singular fenómeno, del que hoy ya no queda apenas rastro. (…) En los restaurantes, ha pasado algo similar y apenas quedan testimonios de la época. Para el proyecto olímpico se derribaron los chiringuitos de la Barceloneta (…). Pero también sucumbieron más tarde los modernos chiringuitos del Moll de la Fusta, como Gambrinus, salvándose tan solo la gamba fallera mariscaliana. (…) Cero nostalgias. El diseño olímpico se acabó: que guarden algún vestigio en los museos, y sigamos adelante”.

La obra de Joan Vilacasas (Sabadell, 1920-2007) no refleja ni se parece a nada más que a sí misma. A partir de 1957, una vez consagrado como uno de los popes del informalismo, – en 1956 fue escogido junto con Tàpies, Saura y Tharrats, Pollock Tobey, Dubuffet…para figurar en la exposición programática del Expresionismo Abstracto y el Informalismo “L´Art Autre”- se inventó una expresión plástica personal a la que denominó Planimetrías y ejecutaba sobre soportes tan diferentes como tela, poliestireno, papel, cerámica, estructuras metálicas e incluso su propio coche.

Con las planimetrías Vilacasas encontró su propio universo. Se trata de composiciones laberínticas inspiradas en los mapas cartográficos que captan los accidentes geográficos a través de relieves y esculturas lineales. Vilacasas los estudió de cerca cuando ejerció el servicio militar en la sección topográfica del ejército. Estas retículas ideales siempre imaginadas, micro paisajes ficticios, son resultado de la pura introspección; tal vez sean una invocación de la experiencia humana de quien vive la ruina y se mira en ella sin ocultarse de sus augurios.

Vilacasas con su geometría densa, pero serena, con el paso de los años quedó aislado, como un raro. Esta posición marginal impuesta por los demás a partir de la década de los ochenta acabaría complaciéndole y continuó trabajando incesante cada día en las planimetrías sin enseñárselas a nadie. Porque ya se sabe: “Cuando se hace una ruina, hay que hacerla bien”.  (Victor Hugo).

 

Bibliografía

Marzo, J.L La ruina o la estética del tiempo (Universitas, 1997)

Jounnais, J.Y. El uso de las ruinas. Retratos obsidionales (Barcelona, 2017)

Casamartina, J. Joan Vilacasas, del plein air al firmament. (Barcelona,2014)

Barnes, J. Una historia del mundo contada en 10 capítulos y medio (Barcelona, 1994)

Capella, J. ¿Qué ha sobrevivido de Barcelona 92? (El Periódico, 14/04/2017)

Pete “Black Thunder” Las bombas que arrasaron escaparates y crearon arte. (Agente Provocador, 2/07/2019)

 

 

Vernissage 

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